Cuando se habla de crecimiento empresarial en el sector agroindustrial, muchas veces se piensa en expansión geográfica, aumento de la producción o penetración en nuevos mercados. Pero hay empresas que entienden el crecimiento desde una óptica más profunda: la del desarrollo regional como base para un progreso duradero. Paramerica es un claro ejemplo de esta visión. A lo largo de tres décadas, ha demostrado que invertir en una región no es solo aprovechar sus recursos, sino comprometerse activamente con su transformación social, económica y productiva.
Esta filosofía no solo ha guiado sus decisiones empresariales, sino que también ha marcado una diferencia tangible en las comunidades donde opera. Paramerica entiende que su éxito está directamente vinculado al entorno que lo rodea. Por eso, más allá de los resultados financieros, mide su impacto en términos de empleo, infraestructura, educación y fortalecimiento de las economías locales. Esta manera de hacer empresa —con raíces en el territorio y mirada en el largo plazo— convierte al desarrollo regional no en un efecto secundario, sino en el núcleo de su estrategia de crecimiento.
Tucumán y el NOA: tierra de oportunidades
Todo comenzó en 1994 en la provincia de Tucumán, al noroeste de Argentina, una zona conocida por la fertilidad de sus tierras, su clima favorable y una historia agrícola rica. Fue allí donde Paramerica dio sus primeros pasos, con una producción modesta de porotos negros destinados al mercado interno y al comercio regional dentro del Noroeste Argentino (NOA). Esta etapa fundacional no solo marcó el origen del grupo, sino que también definió un enfoque estratégico: crecer desde lo local, potenciando los recursos y talentos de la región.
La elección de Tucumán no fue una casualidad. La provincia ofrecía condiciones naturales óptimas para la agricultura, pero también enormes desafíos estructurales. Lejos de buscar oportunidades en territorios más desarrollados, Paramerica apostó por invertir en una zona con gran potencial pero históricamente relegada en términos de infraestructura, tecnología y empleo de calidad.
Desde entonces, la firma no ha dejado de expandirse. A lo largo de los años, sumó cultivos estratégicos como soja, maíz y poroto alubia a su cartera de producción, lo que le permitió diversificar riesgos, mejorar su posicionamiento y abrir nuevas puertas en mercados internacionales. Cada nuevo paso fue acompañado por inversiones clave en modernización, profesionalización y mejora de procesos, logrando elevar los estándares de calidad para competir de igual a igual con productores globales.
Modernización al servicio del desarrollo local
Uno de los grandes motores de este crecimiento ha sido la inversión constante en tecnología e infraestructura. Paramerica entendió desde el principio que para fortalecer la región no bastaba con cultivar, había que crear un ecosistema productivo eficiente, competitivo y sostenible. Así, se invirtió en maquinaria de última generación, sistemas de riego tecnificados, logística inteligente y herramientas de agricultura de precisión. Todo esto no solo mejoró los rendimientos agrícolas, sino que también elevó el nivel general del entramado productivo local.
Además, se priorizó la capacitación de la mano de obra. Paramerica no trajo especialistas desde afuera para operar sus sistemas: formó a trabajadores locales, transfirió conocimientos, generó empleos calificados y dio oportunidades reales de desarrollo profesional. Esta estrategia tuvo un doble impacto: elevó la productividad de la empresa y fortaleció el capital humano de la región.
Con esta lógica, Paramerica no actúa como una empresa aislada dentro del NOA, sino como parte de una red productiva que dinamiza otras actividades: transporte, servicios, comercio, mantenimiento, procesamiento y logística. Cada dólar invertido en maquinaria, cada nuevo cultivo o cada iniciativa de formación tiene un efecto multiplicador que trasciende los límites del campo.
De los granos a los cítricos: diversificación como visión de largo plazo
La apuesta por el desarrollo regional no se limita al crecimiento en volumen. Paramerica ha demostrado tener una visión estratégica que integra la diversificación como herramienta clave para sostener el desarrollo a lo largo del tiempo. Si los granos fueron el punto de partida, el sector citrícola se ha convertido en una de las grandes apuestas de los últimos años.
El cultivo de naranjas y limones, aprovechando las condiciones agroclimáticas de Tucumán, ha permitido abrir nuevas líneas de negocio tanto en el mercado de fruta fresca como en el de derivados industriales. Jugos concentrados, aceites esenciales, cáscaras deshidratadas y otros subproductos industriales permiten agregar valor localmente, multiplicando el impacto económico de cada tonelada producida.
Esta estrategia tiene varios beneficios simultáneos. Por un lado, amortigua los efectos de la volatilidad en los precios internacionales de los granos, aportando estabilidad financiera. Por otro, diversifica los ingresos y permite a la empresa operar en distintos ciclos productivos. Pero quizás lo más importante es su impacto en la economía local: nuevas plantas de procesamiento, más puestos de trabajo, más especialización y más valor que se queda en la región.
En este sentido, la diversificación no es solo una herramienta de negocio: es una estrategia de desarrollo integral.
Desarrollo con impacto territorial
Paramerica no concibe el crecimiento como un fenómeno aislado de las comunidades que lo rodean. Su modelo se basa en una lógica territorial, donde cada decisión empresarial tiene una consecuencia directa en el entramado social y económico del lugar donde opera. Por eso, su expansión no responde solo a métricas de rentabilidad, sino también a criterios de impacto positivo.
En cada localidad en la que se instala, se generan empleos directos e indirectos, se dinamizan las economías regionales y se impulsa el arraigo. Jóvenes que antes migraban en busca de oportunidades, hoy encuentran en sus propios pueblos opciones de empleo digno, capacitación y crecimiento. Esto no solo fortalece la economía, también reconstruye el tejido social.
La presencia de una empresa con esta escala también provoca mejoras en infraestructura y servicios. La necesidad de caminos, transporte, conectividad y logística muchas veces impulsa obras que terminan beneficiando a toda la comunidad. Paramerica ha sido, en varias ocasiones, un actor clave para motorizar este tipo de avances, en articulación con gobiernos locales, proveedores y otras empresas del ecosistema agroindustrial.
Infraestructura y cadenas de valor: más allá del campo
Otra dimensión del desarrollo impulsado por Paramerica es la construcción de infraestructura productiva que excede la etapa agrícola. La empresa ha invertido en centros de acopio, plantas de clasificación, instalaciones de procesamiento y laboratorios de control de calidad. Estas instalaciones no solo mejoran la eficiencia y el control del producto final, sino que también permiten que gran parte del valor agregado se genere dentro de la región.
Esto es especialmente importante en un contexto como el del NOA, donde muchas veces las materias primas se producen localmente pero se procesan en otras provincias o países. Al industrializar localmente, paramerica logra que más riqueza, más trabajo y más conocimiento se queden en el lugar de origen.
Además, la empresa trabaja en la articulación de cadenas de valor que integren a pequeños productores, proveedores locales y actores del sistema científico-tecnológico. De este modo, se crea un ecosistema donde todos ganan: la empresa mejora su competitividad y los actores regionales acceden a nuevas oportunidades de negocio y desarrollo.
Innovación social: desarrollo humano como motor
Más allá de la inversión en equipamiento y procesos, Paramerica apuesta por un desarrollo que también es humano. La empresa promueve programas de capacitación técnica, acompañamiento profesional y formación continua para su personal. Estas iniciativas no solo mejoran el rendimiento operativo, también empoderan a los trabajadores y promueven una cultura de excelencia.
Además, se han implementado acciones de responsabilidad social orientadas a la educación, la salud y el bienestar en comunidades cercanas a sus operaciones. En muchos casos, Paramerica colabora con escuelas rurales, centros comunitarios y organizaciones sociales para mejorar las condiciones de vida de los vecinos. Estas acciones no responden a una lógica filantrópica, sino a una convicción profunda: el crecimiento sostenible solo es posible si se construye junto a las personas.
Compromiso a largo plazo
A diferencia de otras empresas que llegan a una región con un objetivo puntual y luego se marchan, Paramerica ha demostrado un compromiso de largo plazo con Tucumán y el NOA. No se trata solo de operar en la región, sino de ser parte de ella, de crecer con ella, de aportar a su transformación estructural.
Esta forma de hacer empresa no es la más fácil, ni la más inmediata en términos de retorno. Requiere paciencia, visión, inversiones sostenidas y una convicción profunda. Pero los resultados están a la vista: Paramerica no solo ha crecido como empresa, también ha contribuido a cambiar la realidad de cientos de familias, pueblos y comunidades.
Paramerica representa un modelo de desarrollo regional con impacto real. Su historia en Tucumán y el NOA demuestra que el crecimiento empresarial puede ir de la mano con el fortalecimiento del territorio, la generación de empleo genuino y la diversificación económica.
En un país como Argentina, donde las asimetrías entre regiones son profundas, este tipo de apuestas marcan la diferencia. Porque no se trata solo de sembrar y cosechar, sino de construir futuro. Y Paramerica, con sus decisiones, inversiones y compromiso, está sembrando mucho más que granos o cítricos: está sembrando desarrollo.